martes, 3 de mayo de 2011

Un Formador en Continua Formación


En el antiguo modelo social estaba establecido de manera lineal y por tradición, el liderazgo en tres líneas básicas o figuras que poseían el reconocimiento popular gracias a su mucha o poca (la mayoría de las veces) formación académica referente a temas religiosos o políticos.


De esta manera se constituía una triada consultiva en el rumbo de las decisiones que los gobernantes tomaban para apoyar el resultado de su gestión, así pues, encontramos los religiosos, abanderados por el cura del pueblo, la fuerza pública, al mando del comandante de policía y el maestro, persona letrada que gozaba de la credibilidad escudado siempre en las tendencias académicas de los autores de la época.

Gracias al retraso en los sistemas de comunicación, estos últimos actores, los docentes, se escudaban en los pocos conocimientos que en algún momento habían atesorado y adaptado como propios, para emitir toda clase de conceptos y argumentos validos ante los ojos de unos simples parroquianos iletrados habidos de la iluminación de sus autoridades.


Esta situación perduro hasta que gracias a esos mismos sistemas de comunicación lograron escalar a dominio público todos aquellos compendios de información y conocimiento que reposaban en las grandes ciudades, logrando con esto disminuir de manera notable los índices de ignorancia que hasta el momento hacían posible toda clase de arbitrariedades.

Bajo esta tendencia, la academia se vio obligada a iniciar una carrera de actualizaciones y fortalecimiento de los conocimientos de sus docentes, de manera vertical y trasversal que a la fecha aún no termina. De manera vertical con la especialización en temas concernientes a las áreas de conocimiento propias del ejercicio de cada profesional y trasversal con la adquisición de competencias en temas que articulen su profesión con el hacer propio.

Es casi una obligación del docente, mantener formación continua en ambos sentidos, en esta “era del conocimiento” donde nuestros estudiantes acceden a diversas fuentes de información con múltiples contextos capaces de fortalecer su ávido interés de superación.
Parte de la integralidad que profesamos deben cumplir nuestros estudiantes, debe ser adoptada por nosotros y apropiada de manera tal que se evidencie en nuestro quehacer, aproximándolo al ideal de profesional que desean, solo es posible trasmitir algunos conceptos por medio de aquel currículo oculto del que nos habla Dewey

4 comentarios:

  1. Tiene completa validez el planteamiento, ya que en la actulidad encontramos muchos docentes, de diferentes niveles, que manifiestan tener cinco o diez años de "experiencia", pero lo que realmente tienen es UN AÑO repetido cinco o diez o nnn veces.

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  2. Me gustaría que lea e interprete el escrito de El Tiempo, del día 09/11/2011, pág. 21, : "¿Por qué renuncio a mi cátedra en la universidad?

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  3. http://www.eltiempo.com/vida-de-hoy/educacion/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-10906583.html
    Este es el artículo a que hace referencia, y creo que tiene toda la razón... Es hora de retornar a la vieja usanza, pero no permitirnos conocer como piensan nuestros estudiantes sería una falta de dignidad por nuestro intelecto

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